Hoy (14/09/2025) se cumplen 10 años de la primera detección de las Ondas Gravitacionales
Kip Thorne y Ondas Gravitacionales
El 14 de septiembre de 2015, un susurro en el tejido del espacio-tiempo fue escuchado por primera vez en la historia humana.

Esto no fue casualidad, sino el resultado de décadas de esfuerzo por parte de un equipo liderado por científicos como Kip Thorne, Rainer Weiss y Barry Barish, que más tarde recibirían el Premio Nobel de Física en 2017. Pero este éxito no estaba asegurado, y la probabilidad de detectar ondas gravitacionales se consideraba tan baja que muchos pensaban que era casi imposible.
¿Qué son las ondas gravitacionales?
Einstein las predijo en 1915 con su Teoría General de la Relatividad. Básicamente, son “ondulaciones” en el espacio-tiempo causadas por eventos masivos y violentos en el universo, como la colisión de dos agujeros negros. Sin embargo, estas ondas son tan sutiles que atravesarían nuestro planeta sin perturbar nada, salvo instrumentos extremadamente sensibles.
Para detectar ondas gravitacionales, necesitas medir cambios en distancias más pequeños que un protón en estructuras de kilómetros de largo. Sí, ¡hablamos de niveles absurdamente precisos! Nadie estaba seguro de si esto sería posible, pero Kip Thorne y sus colegas apostaron todo por una idea visionaria: el Observatorio de Ondas Gravitacionales por Interferometría Láser (LIGO).
Décadas de persistencia
- 1970s: Kip Thorne y otros científicos empezaron a teorizar sobre cómo construir un detector de ondas gravitacionales. La tecnología necesaria no existía, pero ellos no se detuvieron.
- 1990s: LIGO empezó a tomar forma, con interferómetros láser de 4 km en dos ubicaciones (Hanford y Livingston, EE. UU.). La precisión requerida parecía insuperable.
- 2000s: Los primeros resultados fueron… decepcionantes. Nada. Ni una señal. Pero el equipo no se dio por vencido. Mejoraron los instrumentos y en 2015 comenzaron a usar una versión avanzada de LIGO.
El día del “milagro”
Finalmente, la detección llegó: una señal en forma de “chirp” que coincidía exactamente con las predicciones teóricas. Se trataba de dos agujeros negros, con 29 y 36 veces la masa del Sol, fusionándose a 1,300 millones de años luz de distancia. Fue como encontrar una aguja en un pajar cósmico… ¡y era la aguja correcta!
Por qué esto importa
Kip Thorne y su equipo no solo probaron que Einstein tenía razón, sino que abrieron una nueva ventana al universo. Ahora podemos “escuchar” eventos cósmicos que antes eran invisibles, como las colisiones de estrellas de neutrones, algo que no solo nos da datos, sino historias del cosmos.
Aunque la probabilidad sea baja, con determinación, ciencia y paciencia, podemos hacer posible lo imposible. ¡El universo tiene mucho más por contarnos!
