El mayor experimento sobre el impacto de los cadáveres sobre el ecosistema

En 2016, un guardabosques se encontró 323 cadáveres de renos en una en la remota meseta de Hardangervidda en Noruega. Todos ejemplares murieron debido a un fenómeno natural de rayos. En vez de retirar los cuerpos, los científicos decidieron estudiar el efecto de tantos cadáveres sobre el ecosistema, permitiéndoles estudiar el proceso de “reciclaje” de nutrientes de una manera única.

El pasado 3 de junio, se publicó en la Revista “The Royal Society” un artículo liderado por Shane Frank, investigador del Departamento de Ciencias Naturales y salud Ambiental de la Universidad del Sudeste de Noruega; el cual muestra un estudio de 2 años para ver el comportamiento de varias especies carroñeras, tanto con los cadáveres que había en la zona, como entre ellos.

Lo que se observó fue algo único, ya que se observaron varias especies animales alimentándose de los cadáveres, no sólo beneficiando a la “limpia” de la meseta, sino también ayudando a la flora del lugar. El estudio reveló que los carroñeros, como cuervos, zorros y águilas, principalmente, estuvieron presentes todo 2017, alimentándose de los cadáveres y, manteniendo a raya a otros animales, como ratones. Estos carroñeros, ayudaron a la zona en la redistribución de los nutrientes, más que nada por medio de las heces. Pero su ayuda no sólo se limitó a la redistribución de nutrientes, sino que ayudaron a la flora local, gracias al esparcimiento de semillas; semillas de frutas que los mismos caribúes habían consumido, esto se observó ya que, de 24 muestras de heces de cuervo, 21 de ellas contenían semillas de frutas de la zona donde los caribúes estaban pastando. Sin embargo, los animales que se alimentaban directamente de los cuerpos, no eran los únicos beneficiados. Varias especies de aves que se alimentaban de las moscas estuvieron presentes. Al estar en descomposición, los cadáveres atraían a las moscas, ya fuera para alimentarse o para poner huevos y tener a sus larvas ahí, situación idónea para estos pájaros que aprovechaban y se alimentaban de estos insectos.

Lo curioso de este estudio, fue que, al menguar el número de águilas, zopilotes y cuervos, el número de roedores aumentó, incluso cuando el número de zorros en la zona seguía siendo el mismo y, por lo tanto, el riesgo de convertirse en su alimento. Algo verdaderamente curioso y que podría ayudar a los científicos a poder entender más las relaciones entre los animales de un ecosistema.

Un experimento parecido sucedió en el parque Oostvaardersplassen en Holanda, ya que es uno de los parques que no retira los cadáveres de los animales muertos (algo muy común con animales que se consideran domésticos y se encuentran en zonas protegidas, en Europa). En esa ocasión, ese controvertido experimento, dejó ver que los cadáveres, no sólo servían de alimento a los animales directa o indirectamente, sino que el follaje de la zona crecía de manera más abundante. Además, al estar cerca del cadáver, los arbustos recibían “protección” contra los herbívoros, ya que saben de lo insalubre que puede ser comer hierba cerca de un cadáver. Esto ayudaba al crecimiento del matorral, por lo que el volumen de alimento disponible para los animales de la zona era mayor y los árboles y arbustos podían crecer más.

Una muestra explícita de porqué los cadáveres son necesarios en un ecosistema y del cómo, la materia es reciclada para ser usada como alimento por diferentes tipos de animales y plantas, ya fuese indirecta o directamente del cadáver.

Referencia

  • Frank S. C., Blaalid R., Mayer M., Zedrosser A. and Steyaert S. M. J. G. «Fear the reaper: ungulate carcasses may generate an ephemeral landscape of fear for rodents». R.Soc. open sci.7191644191644 http://doi.org/10.1098/rsos.191644