Fuente: Colegio Nacional de Guardaparques (Mexico) [Facebook]

En una publicación hacía yo mención del problema de la fauna feral y un amigo animalista me respondió que los perros y los gastos no eran los culpables. A esto le respondí que entiendo perfectamente que ellos son inocentes. Los culpables son los humanos irresponsables, como siempre, pero una vez que gatos y perros llegan a las áreas naturales, si bien no son los culpables, sino, otras víctimas buscando subsistir (alimentarse, reproducirse, evitar dolor y conservar la vida, impulso común en la gran mayoría de las especies), se convierten en un problema, en fauna nociva.

Cuando dije fauna nociva, este amigo en automático se molestó alegando que decir fauna nociva era lo mismo que decir maleza, conceptos egoístas del ser humano.

Pero le aclaré que estos eran dos conceptos provenientes de pensamientos muy diferentes, ya que una cosa es hablar en términos antropocéntricos y decir cosas como bicho, humanos y animales, maleza, palabra que jamás usaría, porque eso no tiene nada que ver con una interpretación científica, sino que encuentra su raíz en la incapacidad del ser humano de entender y adaptarse a determinados organismos que a él le resultan incómodos o inconvenientes, por lo cual los estigmatiza y los señala como algo malo, indeseable. Otra cosa es hablar en términos biológicos y ecológicos y denominar a cierto tipo de organismo, en determinado ambiente, en determinada situación como fauna nociva, o en este caso, fauna feral.

El perro doméstico (Canis lupus familiaris) y el gato doméstico (Felis silvestris catus), no pertenecen a ningún ambiente natural. Pertenecen al hogar, a zonas urbanas, en compañía y bajo el control de seres humanos. No son propios de ningún ambiente natural, y cuando ingresan a un área silvestre, causan un desequilibrio que puede ser desde leve a grave dependiendo de la densidad de fauna feralizada y las condiciones y características del ambiente, pero esa introducción, siempre resultará negativa.

La afectación se da principalmente porque los animales que los ferales comienzan a depredar, no están adaptados, acostumbrados a esos nuevos depredadores, por lo cual no cuentan con los instintos y las habilidades naturales para reconocer por sonido, por olor y muchas veces, ni siquiera de manera visual, ese nuevo peligro y así poder anticiparse y ponerse a salvo. Por ende, estas presas están totalmente indefensas.

Los gatos particularmente, matan no solo para alimentarse, sino por instinto de cazador compulsivo (como una especie de juego de entrenamiento y descarga de tenciones). Matan desde gusanos, pasando por mariposas, escarabajos, hasta roedores, reptiles, murciélagos y llegando a las aves e incluso los polluelos en los nidos gracias a la habilidad de los felinos para trepar.
Los perros, cuando llegan a constituir jaurías organizadas, pueden pasar de cazar pequeños roedores y reptiles a matar venados, llegando a aniquilar manadas casi completas incluyendo hembras preñadas y crías.

La fauna feral, en la mayoría de los ambientes, no tienen depredadores naturales, como lo tiene cualquier animal propio del ecosistema, que tiene su control natural de población, el cual mantiene acotada las posibilidades de proliferación (hasta el jaguar está sujeto a controles naturales de población).

En algunos ambientes, existen depredadores que ocasionalmente cazan perros y gatos, pero la cantidad de depredadores que cuentan con esa capacidad, naturalmente son escasos y el ritmo de cacería al que son sometidos los ferales, es ampliamente superado por su velocidad de reproducción.

A esa, escases de depredadores naturales, hay que sumarle el hecho de que los perros y los gatos, por más asilvestrados que estén, pueden aun encontrar refugio durante la parición y cría, en áreas urbanas y sus alrededores e incluso convivir con el ser humano sin ser perseguidos y hasta siendo alimentados u obteniendo alimento de la basura en época de escases de presas en el área natural. A esta oportunidad y ventaja, lógicamente, no la tendrían un gato de monte, un coyote, un zorro, ni siquiera un tlacuache, mucho menos un yaguarundí, puma o un jaguar, que ante su solo avistamiento causan alarma entre las personas, y desencadenan persecución y caza.

Los mismos animalistas, si se enteran de que alguien anda envenenando o cazando perros y gatos ferales con un rifle, salen a manifestar repudio, a denunciar, a atacar al cazador, pero difícilmente salen a las calles a manifestarse si se enteran que hay gente matando tlacuaches, o zorros, coyotes, mapaches y coatíes, como sucede en lugares turísticos como ser Cozumel y Holbox, mientras pocos son los que protestan y alzan la voz contra esto.

En algunos lugares, las jaurías de perros han puesto en peligro las poblaciones locales de determinados animales, mientras que los gatos han orillado a la extinción de muchas especies de animales pequeños (pero sumamente importantes para el equilibrio ecológico) entre los que hay aves, lagartijas, murciélagos, culebras y ranas. Por esa razón es que los animales domésticos asilvestrados o feralizados, se vuelven verdaderas amenazas para las áreas naturales, por lo cual, la mayoría de las veces, el ecosistema afectado no puede lograr el equilibrio y control de las especies invasoras de manera natural, entonces esta fauna debe ser controlada de manera artificial.

Una opción, la más fácil, rápida y práctica, es el rifle sanitario, otra es la captura y castración. Yo opto siempre por captura y castración, aunque es un método sumamente caro y lento, y a veces, los ecosistemas invadidos están a tal nivel de afectación que se requiere una solución rápida y práctica y nunca me opondría a ella si esto significa salvar un ecosistema.

Por todo esto, podemos cerrar diciendo que en este sistema en el que participamos todos y en donde los animalistas pueden ser nuestros principales aliados en pro de lo que nos preocupa a todos, que es el bienestar animal, y pueden ser el engranaje inicial de este proceso de evitación de la feralización por medio de campañas que alienten la esterilización, adopción y tenencia responsable, así como la no alimentación indiscriminada de animales callejeros.

Incluso, los animalistas pueden hacer un importante aporte en la erradicación de fauna feral, colaborando en las campañas de captura y esterilización de gatos y perros asilvestrados a fin de disminuir el impacto en las áreas naturales, al tiempo de evitar el triste, pero, muchas veces apremiante e inevitable sacrificio de la fauna feral.

TRABAJEMOS JUNTOS. ENTRE TODOS PODEMOS EVITAR LOS DAÑOS IRREVERSIBLES A LAS ÁREAS NATURALES, LA MORTANDAD DE ESPECIES DE VIDA SILVESTRE, ASÍ COMO EL SUFRIMIENTO Y SACRIFICIO DE LA FAUNA FERAL, AL FIN Y AL CABO, ELLOS SON LAS OTRAS VÍCTIMAS.