Utilizando un satélite meteorológico japonés ha confirmado las teorías que envuelven a uno de los misterios más grandes de la astronomía de los últimos años: Betelgeuse.

Betelgeuse, o α Orionis, es la segunda estrella más brillante en la constelación de Orión, y se encuentra a una distancia aproximada de 643 años luz. Es una supergigante roja y una de las mayores estrellas conocidas después de Antares. Su tamaño se calcula que es de 550 veces más grande que el Sol y brilla más de 100.000 soles juntos. Su edad es de tan solo unos pocos millones de años, sin embargo, los astrónomos estiman que Betelgeuse ya se está acercando al final de su vida.

A finales de 2019, la novena estrella más brillante del firmamento comenzó a apagarse. El fenómeno fue tan espectacular que fue bautizado como La Gran Atenuación, y los astrónomos llegaron a temer que fuese el preludio a un colapso estelar en supernova.

En aquel momento hubo quien planteó la hipótesis de su extinción y de que se había iniciado el proceso de desaparición, hasta algún medio de comunicación, publicó sin remordimientos que explotaría en supernova poniendo en peligro la Tierra. Nada de esto era cierto.

El comienzo de volverse más tenue puso en alerta a los astrónomos, que se afanaron en saber por qué una estrella roja supergigante, que habita en la constelación de Orión, había comenzado a oscurecerse.

Una imagen de diciembre de 2019, en comparación con otra anterior tomada en enero del mismo año, mostró que la superficie estelar se había vuelto más oscura, especialmente en la región sur. Pero la comunidad astronómica no tenía claro cuál era el motivo.

El equipo continuó observando a la estrella supergigante roja Betelgeuse durante su ‘gran atenuación’, captando otras dos imágenes en enero de 2020 y marzo de 2020, nunca antes vistas.

En marzo de 2020, la atenuación comenzó a remitir, pero los astrónomos no lograron encontrar una explicación hasta mediados de 2021. La reducción de brillo, que llegó a alcanzar un brutal 40% fue causada por un doble fenómeno.

Por un lado, la estrella liberó una cantidad masiva de gas desde una erupción en su hemisferio sur. La zona oscura provocó una reducción dramática de la temperatura de la estrella. Por otro lado, el “eructo” provocó una nube de polvo y gas que oscureció aún más la luz de esta.

Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad de Tokio, han utilizado un pequeño satélite meteorológico para confirmar por qué Betelgeuse llegó al punto del Gran Oscurecimiento: hubo una fuerte caída de temperatura en la estrella.

Diferentes equipos de astrónomos llegaron a la misma conclusión usando datos de diferentes instrumentos altamente especializados como el Very Large Telescope del Observatorio Europeo Austral. El caso es que acaba de publicarse un nuevo estudio en Nature Astronomy que confirma los anteriores.

Lo sorprendente de este nuevo documento es que los investigadores han podido confirmar las observaciones hechas por sus colegas usando datos provenientes de una fuente bastante poco habitual: un satélite meteorológico.

El gran oscurecimiento fue seguido por muchos telescopios y también aportó sus datos el satélite meteorológico japonés Himawari-8, que captó el fenómeno por casualidad.

Himawari-8 es, como su nombre indica, la octava versión del satélite Himawari operado por la Agencia Meteorológica de Japón. Opera en órbita geoestacionaria desde 2014, a más de 90 veces más lejos que la Estación Espacial Internacional.

Así, el equipo encabezado por Daisuke Taniguchi, de la Universidad de Tokio, reunió cuatro años y medio de observaciones del satélite, incluidos los seis meses en los que Betelgeuse se oscureció.

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Las longitudes de onda ópticas e infrarrojas que normalmente detecta el satélite eran ideales para estudiar el oscurecimiento. Además, la ubicación del satélite fuera de la atmósfera le permitía registrar la luz infrarroja que la atmósfera normalmente puede bloquear.

Desde esa posición, el satélite toma imágenes ópticas e infrarrojas de toda la Tierra una vez cada 10 minutos, principalmente para ayudar a pronosticar el clima en Asia y el Pacífico Occidental.

El estudio no es especialmente relevante para Betelgeuse porque confirma lo que ya sabíamos, pero es muy relevante en el sentido de que Taniguchi y sus colegas han demostrado que los satélites meteorológicos, por su posición y sensibilidad, pueden sumar esfuerzos al estudio del cosmos sin tener que hacer ningún ajuste en ellos. Tan solo hay que estudiar los datos que ya recogen sobre su particular porción de cielo.

Ahora, los científicos esperan poder demostrar que su uso también puede servir para la resolución de otros problemas espaciales y no se limiten a usos específicos como lo es la climatología terrestre.

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