Kururubatrachus gondwanicus - ilustración Gabriel Lio

Fósil de Kukurubatrachus gondwanicus

Investigadores argentinos y brasileños estudiaron el esqueleto casi completo y tejidos blandos de una nueva especie de rana del Cretácico hallada al noreste de Brasil. Por la excelente conservación de este espécimen, se preservó su estómago y su última alimentación.

Kururubatrachus gondwanicus – ilustración Gabriel Lio

La nueva especie, de unos cinco centímetros de longitud, fue denominada Kukurubatrachus gondwanicus. Su hallazgo se produjo a ocho kilómetros de la localidad de Nueva Olinda, en el estado brasileño de Ceará, donde hace 120 millones de años se comenzaba a formar la costa del proto-oceano Atlántico que terminaría separando a Sudamérica de África.

El doctor Federico Agnolin, investigador del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN), del CONICET y de la Fundación Azara, comentó “El cuerpo del Kukurubatrachus está prácticamente entero y se ha preservado incluso su contenido estomacal. Según se estima, este animal se habría alimentado de insectos y otros pequeños animales”.

La forma de las patas y la cadera indican que esta rana era una especie saltadora, como las ranas actuales, y lo que más nos llamó la atención es que su esqueleto es sorprendentemente moderno, muy parecido en todos sus aspectos a los especímenes que viven en la misma región de Brasil en la actualidad”, aseguró Agnolin, autor principal del estudio publicado en la revista científica Journal of South American Earth Sciences.

El investigador Ismar de Souza Carvalho de la Universidad Federal de Rio de Janeiro afirmó que “en este yacimiento de Nueva Olinda, donde hay rocas de entre 119 y 113 millones de años, se encuentran algunos de los mejores fósiles del mundo, a veces, incluso, se encuentra tejido muscular u otras partes blandas que generalmente se descomponen cuando los animales o las plantas mueren y sus restos quedan enterrados”.

Este sitio es como una ventana en el tiempo para el conocimiento de esa parte de la historia de la vida”, valoró Souza Carvalho. Y agregó: “En ese momento, en esta región, había un ambiente con temperaturas cálidas y lagos no muy profundos; y esa presencia de agua permitió que floreciera una gran cantidad de plantas y animales”.

La rana de las piernas cruzadas

El paleontólogo Mauro Aranciaga del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN), y becario del CONICET indicó que el estudio del Kururubatrachus presentó un gran desafío: “La preservación del espécimen era excelente, pero antes de que su cuerpo quedara enterrado, sus restos quedaron entrelazados, por lo que su pierna derecha, estaba ubicada en el lugar de la pierna izquierda, por ejemplo”.

Para poder identificar y reacomodar los fósiles de su cuerpo, tuvimos que tomar fotos bien detalladas de cada elemento y poder compararlos con otros anfibios que se han encontrado en la misma formación o en otros lugares cercanos”, detalló Aranciaga.

En la época en que vivió aquella ranita, aparecieron las primeras plantas con flores en la Tierra. “Esta nueva especie pertenece a un momento muy especial en la historia del Planeta. Además de que en ese momento se diversificaron la cantidad de especies, también estaba por ocurrir un evento muy importante: la aparición del océano Atlántico, a partir de la separación de América del sur y de África, que hasta ese momento estaban unidas”, expresó el investigador Souza Carvalho.

Hace unos 120 millones de años, había un supercontinente en el hemisferio norte llamado Laurasia y otro supercontinente al sur llamado Gondwana, el cual estaba compuesto por lo que es actualmente Sudamérica, África, Australia, la Antártida, Madagascar y la India.

Esta especie fue nombrada Kururubatrachus gondwanicus por proceder de este gran continente del sur, en tanto que “kururu” alude a la forma en que se nombra a los batracios en algunas regiones de Brasil y del norte de Argentina.

En ese momento del periodo Cretácico, ya se había comenzado a separar Sudamérica de África”, contó Agnolin. Y añadió: “Este proceso generó una variedad de ambientes de lagunas, lacustres, pequeños ríos, arroyos y las costas del mar; de hecho, esta nueva especie de ranita fue encontrada en lo que era la costa del comienzo de la formación del océano Atlántico”.

Cuando vivía el Kururubatrachus, los mares estaban repletos de reptiles marinos y en los ambientes terrestres dominaban los dinosaurios. “Es muy difícil que se conserven los restos de criaturas pequeñas, por lo que estos hallazgos son muy relevantes para comprender la evolución de los seres vivientes”, aseveró Souza Carvalho.

Una rana moderna de casi 120 millones de años

Recreación esqueleto de Kukurubatrachus gondwanicus

El Kururubatrachus tenía un esqueleto muy similar al de las ranas actuales. “Esto fue una gran sorpresa, porque los estudios genéticos habían estimado que las ranas modernas se habían originado hace unos 65 millones de años, hacia fines de la era de los dinosaurios, pero esta especie es muy anterior a ese tiempo”, observó Federico Agnolin.

El doctor Fernando Novas, jefe del Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN relató: “El estudio de los anuros que convivieron con los dinosaurios se inició en Sudamérica hacia fines de 1950, con los descubrimientos realizados por Osvaldo Reig y Rodolfo Casamiquela, quienes fueron dos grandes de la paleontología argentina”.

Este nuevo descubrimiento del norte de Brasil aclara aspectos interesantes de la evolución de las ranas y vuelve a poner en evidencia la importancia de los yacimientos mesozoicos de Argentina y Brasil para reconstruir el árbol genealógico de estos anfibios”, destacó.

De la investigación de esta nueva especie también participaron los investigadores José Xavier-Neto del Departamento de Morfología de la Universidad Federal de Ceará (DM-FAMED-UFC), José Artur Ferreira Gomes de la Agencia Nacional de Minería de Brasil y Francisco Idalécio Freitas de Geopark Araripe.

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